Cuando dejó el fútbol, Jorge Olarticoechea se instaló en Saladillo, su pueblo, y se dedicó a hacer lo que no había hecho durante los veinte años en los que fue jugador: disfrutar del tiempo libre, los asados y la familia. No pensaba en dirigir, quería estar bien lejos de la rutina que imponen los entrenamientos. La pelota era sólo el recuerdo de lo que había sido y jamás había soñado: campeón y subcampeón del mundo. “Terminé saturado del fútbol, me autoexigí demasiado”, dice el Vasco en un bar de Buenos Aires, donde vive de lunes a viernes para estar cerca del predio de la AFA, el lugar de entrenamiento de la Selección femenina de fútbol.
Desde noviembre del año pasado, Olarticoechea está a cargo del equipo de mujeres. “Estoy muy enchufado, me atrapó esta tarea. Entré a juveniles hace seis años, pero siempre como ayudante de campo. Y me cansé de eso porque no tenía decisión. Ahora les mando mensajes a las chicas para ver cómo terminaron el fin de semana, planificamos las prácticas, trabajamos en el estilo del equipo... Yo creo que en dos años el fútbol femenino va a ser un boom en el país”, cuenta Olarticoechea, que cada fin de semana, por supuesto, vuelve a Saladillo para el asado de los domingos.
–Cuando te ofrecieron el cargo, ¿ya habías visto fútbol femenino?
–Sí, porque hacíamos partidos con la Sub-17 contra las chicas. Así que las conocía. Y también había visto partidos por la tele, por lo que ya tenía idea de cómo jugaban y cómo se entrenaban.
–¿Qué nivel encontraste?
–Un buen nivel, pero estamos 35° en el mundo, muy lejos de potencias como Alemania, Estados Unidos, Japón y Brasil.
–¿Qué hicieron esos países para ser potencia?
–Tuvieron un trabajo de base. En Estados Unidos ya de chiquitas juegan al fútbol desde hace años. Por lógica, tienen un equipazo. La diferencia está ahí, están mejor entrenadas. Acá el campeonato no es bueno y las mejores jugadoras están en cuatro equipos. Además, no hay formación porque no hay inferiores. Los clubes lo consideran un gasto al no ser una actividad profesional. Los clubes se tienen que dar cuenta de que hay una parte social importante y que tendrían que invertir más.
–¿Cuánto tiene que ver el prejuicio y el machismo?
–Antes tenía que ver, pero ahora se está rompiendo ese prejuicio. Si las chicas juegan al hóckey, ¿por qué no van a jugar al fútbol? Somos una sociedad bastante machista, pero la mujer se está posicionando, como debe ser. Tenemos una presidenta mujer y en muchos cargos hay mujeres. Hace unos días fui a un banco y me avisaron que una jefa quería hablar conmigo. Pensé que era un problema de la cuenta, pero se había enterado de que yo estaba trabajando con las chicas y quería ver dónde podía llevar a jugar a su nena de doce años.
–¿Y a dónde la puede llevar?
–Hay pocos lugares, pero ahora se empezaron a formar escuelas de fútbol. Y hay chicas que alquilan canchas de fútbol cinco. En el interior hay una corriente muy fuerte también.
–Acostumbrado a trabajar con pibes en la formación, ¿en qué cosas te tuviste que adaptar?
–El lenguaje es el mismo, con cierto respeto en la manera de hablar. No podés entrar al vestuario cuando se están cambiando, sólo ese detalle. Y hay un poco menos de carga en los entrenamientos. Después, es lo mismo. Y cuando das una consigna de trabajo la agarran mejor que los pibes.
–¿Tienen una mejor comprensión?
–Se concentran más a la hora de escucharte. Y juegan con más pasión que los varones. Ahora estamos enfocados totalmente en los Juegos Panamericanos, viendo qué esquema usamos, trabajando mucho con pelota, buscando el estilo, una línea de juego.
–¿Y qué estilo te gusta?
–Me gusta jugar bien, nada de pelotazo. Tratamos de salir jugando desde atrás. Eso se hace bien aunque cuando se juega con las potencias se complica.

–¿Tenés una Messi?
–Estefanía Banini, que está en Estados Unidos.Todavía no la pude entrenar. Es la número uno, la referente. Después, por ejemplo, está la mujer del Pachi Carrizo, el jugador de Boca, Alana García, que juega por el lateral izquierdo. El otro día le decía que tenía que meter diagonales para ganar las espaldas. Y le daba el ejemplo del Pachi, que hizo un gol de cabeza metiendo la diagonal. Hay talento. Pero tenemos que buscar y por eso recorremos las provincias. Ahora estamos preparando el equipo para el Sudamericano Sub 17 y no hay competencia en esa categoría.
–¿Es difícil esa búsqueda?
–Es más fácil la captación de las chicas porque la que juega bien enseguida se nota. Sobresale del resto por la postura, la técnica, la forma de dar un pase. Los chicos son todos medio parecidos, salvo que sea muy diferente.
–Y una vez que viste a esa chica, ¿tiene de qué manera venir?
–AFA le paga el viaje y la estadía, y le da un viático para jugar en la Selección. El problema es si se adaptan a Buenos Aires.
–En un momento los campeones del 86 desembarcaron en la AFA, ¿qué pasó después?
–No se lograron los resultados esperados. Aunque con el Tata Brown fuimos subcampeones sudamericanos. Perdimos la final por penales con Brasil.
–Sos el único que quedó, un sobreviviente
–Sí, varias veces leí que me iban, pero fui quedando hasta que se dio esta posibilidad.
–Se había hecho un gran trabajo con Pekerman y Tocalli, ¿lo posterior destruyó todo eso?
–No, se dio lo que estamos viendo ahora. Ya no salen jugadores. La última camada es la que está jugando en la selección con Messi, Agüero, Di María, Higuaín. Pekerman hizo un gran trabajo pero en ese momento salían jugadores de todos lados.
–¿No es un problema de captación?
–No, porque hay cada vez más gente captando jugadores porque es un gran negocio. El problema es que los pibes no tienen tanta pasión como antes, tienen otros juegos y gastan más su tiempo en eso que en la pelota. Cuando veo un picadito en una plaza me asombro.


Fuente: El Gráfico diario